Quería destacar los dos factores que más me han impresionado de ella: el tráfico y el mercado principal.
En Kampala te encuentras rodeado de miles de personas apelotonadas como hormigas en la calle. No existen semáforos ni rotondas, ni pasos de cebra, así que nos encontramos con un tráfico donde predomina la ley del más fuerte, es decir, preferencia a los camiones y autobuses, luego a los coches, las motos, las bicicletas y por último, al peatón. Cruzar la calle es una gran aventura.
Por otro lado quería hablar del mercado principal. Es una maravilla, tiene un encanto especial que no encuentras fácilmente en otros. Digamos que era como una ciudad con laberintos, con callejones sin salida. En él te encuentras de todo, ropa de ocasión, la mayoría procedente de Europa y EEUU; filas de unas 30 mujeres con máquinas de coser, todas reparando y cosiendo ropa usada… Otra gran parte del mercado era exclusivo para la comida, con sus verduras, frutas, carnes, pescados… Por último, la sección del bazar, llena de utensilios de cocina, herramientas, neumáticos, material escolar… Todos los comerciantes querían venderme sus productos. Me perseguían con camisetas, pantalones, zapatos, también con pimientos, cebollas, pescado fresco, cortinas, sábanas, toallas, bolígrafos, etc. La tentación fue muy grande, ¿cómo salir de allí sin comprar ese kg de pescado por 1 euro, esas sábanas de flores que más quisieran tener en Portugal, esas tripas de cerdo a 1´5 euro/kg, o esas toallas rosas casi regaladas?
Volveré…
Ay, Damasito, qué envidiaca me das. Cuídate mucho y cómprate las toallas de rizo, no seas tonto. ;-)
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