La primera parte me la salté, es decir, 2 horas de Iglesia donde el cura expresa las palabras mágicas para que al final los novios se prometan amor eterno, etc. Esa parte es igual aquí, en España y en San Petersburgo. Yo a lo que iba era a lo bueno, a la fiesta, a curiosear trajes tradicionales, la música, los bailes, la bebida...
Sobre las 17h30, después de la ceremonia, llegó la recepción donde los asistentes se reunían en una gran sala que separaba a los invitados del novio por un lado y a los de la novia por otro. Ahí llegué yo, pero un pelín tarde. Para sentarme tuve que pasar por todo el medio, fui el centro de atención de los 200 invitados más los novios. En fin, el único blanco en toda la fiesta. Para colmo me pusieron en primera fila, donde todo el mundo me podía ver, así que fracasé en el intento de pasar desapercibido.
La recepción fueron otras 2 horas de diálogos cruzados entre las dos familias, siempre en kirundi (idioma del país) por supuesto, así que tuve que imaginarme las conversaciones, no me tocó nadie al lado que pudiera traducirme muy a mi pesar. De vez en cuando cortaban para dar paso a algún espectáculo, esto fue lo mejor, niños cantando a los novios, cantos de Burundi, bailes tradicionales… Un familiar se pone de pie, coge el micro, bendice al matrimonio y publica su ofrecimiento para los novios: - yo daré una vaca. – Nosotros daremos a los novios una cabra y dos gallinas. – Yo les ofrezco 6 sillas y una mesa para el comedor…
Más tarde, los novios se fueron a casa para cambiarse de ropa y media hora después volvieron con sus trajes nuevos para dar paso al Levée de voile, que literalmente sería el levantamiento del velo de la mujer. Es el momento en el que la familia de la novia da las gracias a la familia del novio por haber aceptado el matrimonio con ella. Yo pensé que sería algo recíproco pero no, ella es la que tiene que estar agradecida según la tradición burundesa. Así que 1 hora y media más de charlas, de sentimientos, de risas y lágrimas. Al final las dos familias se juntan en mitad del salón, intercambian abrazos, besos, cantan, bailan todos juntos, los novios subidos en hombros, la gente contentilla después de unas cuantas cervezas.
Tras casi 4 horas de conversaciones en kirundi, de bailes y de cantos tradicionales, tenía que llegar lo que esperaba hacía ya un rato: el momento de la cena, de la comida rica, la típica de las bodas. Además, pensando que sería como cualquier boda en España, fui medio en ayunas para disfrutar bien de todo lo que me pudiera encontrar…pero no...todo el mundo se fue para casa, yo me quedé salivando como el perro de Pavlov, ni cena ni banquete ni ná, mi gozo en un pozo. Sólo la familia más allegada era la que tenía una cena especial. En fin, lo de la cena quedó en anécdota, porque sinceramente, todo mereció la pena, agradecí muchísimo la invitación, tenía curiosidad por vivir la ceremonia de una boda en Burundi y el resultado fue todo un espectáculo, un éxito. Dispuesto a repetir.
Ja, ja, ja, qué bueno!! dónde quedaron esos langostinos, jamón, queso, lomo, mayonesa y salsa rosa...?!?!
ResponderEliminarY tú, tenías que ofrecer algo a los novios?
¿Te echaste algún cante?
¿Bailaste con ell@s?
¡Ay que ver, que te tienes que ir a Burundi para asistir a una boda... Vaya tela!