En esta
entrada quiero presentar a los “tambourinaires” de Burundi, músicos internacionalmente
reconocidos.
En la Universidad de Ngozi tenemos a un grupo de tamborileros que ensayan una o dos veces por semana. Cuando tengo tiempo me gusta escucharlos. Cantan, tocan e incluso bailan al mismo tiempo. ¿Cómo es posible? Pues colocándose el tambor en la cabeza, dejando así el cuerpo libre para el baile…son verdaderos malabaristas de circo, unos fenómenos.
Según la
historia, los tamborileros de Burundi tienen una tradición milenaria, la
transmisión pasa de padres a hijos. En su origen, eran ganaderos de la etnia
Hutu que estaban al servicio del rey. Desde 1960 se han dado a conocer por todo
el mundo.
La relación
del tambor con la agricultura está asociada simbólicamente con la fecundidad. Ingoma es el nombre que se le da al
tambor, significa también “reino”.
Los
percusionistas se instalan en un terreno llano y golpean diversos tambores al
unísono. Los amashako tocan el ritmo
continuo y los igishikiso siguen la
cadencia dada por el tambor central. El solista que toca el tambor inkiranya es el que dirige al resto de
tamborileros.
Los ritmos
guardan un significado tradicional. Muchos ritmos están ligados a la vida
rural: recogida de sorgo, semillas…Cantos y ritmos evocan con humor a los
pájaros que devoran la comida. Algunos ritmos llaman al reconocimiento de
personajes importantes. Otros aclaman la paz, el respeto la unidad y el
progreso del país.
Me muero de
ganas de tocar con ellos. Parece que el ritmo puedo llevarlo bien, lo
complicado será ponerme el tambor en la cabeza, bailar y cantar en kirundi, aunque me gustan los retos. Ya
veremos. Por el momento, sigo disfrutando del espectáculo.
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