lunes, 14 de noviembre de 2011

Bicicleta de madera


Este niño burundés me enseñaba feliz la bicicleta que tal vez su padre o algún familiar le hizo con unos cuantos trozos de madera. Era muy chula. Otros niños juegan con una rueda empujándola con un palito. El objetivo es hacerla rodar sin que se caiga. También los hay quienes se las ingenian para hacer cochecitos con listones de madera.
Me llama la atención ver a grupitos de 4 o 5 niños, a veces más, jugando libremente en la calle o en el campo, sin la vigilancia de sus padres. Ellos me recuerdan a mi infancia, cuando por ejemplo, los largos días de verano salía a la calle a jugar desde bien temprano hasta que ya oscurecía. Era el momento en el que mi madre salía a la ventana y gritaba ¡Dámaso, a cenar! Era la época de la capacidad de crear, de imaginar, de inventar todo tipo de juguetes y juegos.
Recuerdo cuando jugaba a las chapas; cuando hacía cometas machacando con una piedra el plástico del polo-flas con otros cuantos de éstos; cuando en el colegio en vez de una pelota para jugar al fútbol teníamos que coger las piñas de los cipreses. Sin olvidar el resto de juegos populares como el repión, el bote-bote, la pisa, los bolindres, campo muerto, etc… Cierto es que también tuve juguetes como los playmobil, animales de plástico, y ya de más mayor la consola Nintendo, la que desgraciadamente me hizo pasar horas y horas delante de la TV, pulsando como loco los botones del mando para matar marcianitos o llegar a la última fase de Mario Bros. Lo cierto es que tanto unos como otros me hacían feliz. Pero sigo pensando que una infancia es mucho más sana y bonita saliendo a la calle relacionándote con otros niños, creando nuestros propios juguetes, haciéndote heridas en las rodillas por una caída tonta rompiendo así el pantalón (aunque para esto siempre existía el magnífico remedio de los pedazos de parches/rodilleras cosidos); buscando los plásticos del polo flas para hacer una preciosa cometa (que nunca volaba, por cierto) o coger una tiza y pintar en el suelo unos cuantos cuadros con números para saltar en ellos.
Los tiempos han cambiado. Hoy en día en España por ejemplo, es arriesgado dejar a un niño a su libre albedrío sin la vigilancia de un adulto, sobretodo en una ciudad, es casi impensable. Ahora éste niño ya desde muy pequeño tiene su consola de juegos, sus mil canales de TV para ver dibujos animados, sus juguetes para estar en casita sin necesidad de salir a la calle.
Un niño no es más feliz por tener el mejor juguete del mercado, no es mejor una bicicleta de plástico del Toys”R”US que la bici de madera de nuestro amigo burundés. Seguramente este niño es más feliz que cualquiera con su juguete, fabricado con todo el cariño del mundo. Me pregunto qué pasaría si a este niño le pusiéramos delante una consola. ¿Nos la cambiaría por la bicicleta de madera?

3 comentarios:

  1. Me ha gustado leer esto, yo también me acuerdo de todos esos juegos al aire libre, es algo que no se olvida fácilmente, ;O

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  2. Acabo de volver a leer esta entrada y es una gozada poder sentir eso mismo, en el mismo lugar... un abrazo crack!!

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