lunes, 1 de febrero de 2016

Chile: cachai weón la weá, weón?

Y siguiendo con el orden de los países según el día de llegada, hoy me toca hablar de Chile. País angostísimo de miles de kilómetros de longitud. Desde hace años siempre tuve curiosidad por conocer este país debido a los numerosos encuentros que he tenido a lo largo de mi vida con chilenos, gente hospitalaria, amigos que uno siente que son para siempre, para toda la vida. 


Nuestra idea principal de bajar hasta Ushuaia (el fin del mundo) era haciendo un zigzag entre Chile y Argentina. En esta entrada me centraré sólo del lado chileno, en la siguiente ya me tocará hablar del argentino.

Dejamos Bolivia a través del increíble Parque Nacional de Fauna Andina Ed. Avaroa para entrar a Chile por San Pedro de Atacama. Pueblito turístico con mucho encanto donde pudimos degustar comidas típicas con un ingrediente muy muy especial: ¡el aceite de oliva! Sí, hacía ya casi 4 meses que no probábamos ni gota del oro líquido. Se dice que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, o en mi caso, deja de tener por un tiempo. 

Fuimos a un restaurante  pequeñito donde preparaban comida casera. Mientras esperábamos los platos principales, Nuria y yo devoramos el cestito de pan a base de empaparlo en aceite. Es curioso cómo se puede llegar a echar en falta algo tan básico.

DESIERTO DE ATACAMA
El principal atractivo de San Pedro era, obviamente, el desierto de Atacama. Increíble paisaje de rocas rojizas y grises que daban aspecto de paisaje lunar. Para tener buena panorámica, caminamos cerca de dos horas. Mereció muchísimo la pena. Esperamos allí hasta ver la puesta de sol. Por primera vez hicimos noche en un camping, así que estrenamos tienda de campaña.

Hasta Bolivia, el viaje ha sido bastante asequible con respecto a transporte, alojamiento y comida, pero se acabó lo bueno. De repente nos encontramos en Chile y los precios, bastante similares a los de Europa, así que, borrón y cuenta nueva. Viaje totalmente nuevo a partir de ahora. Comenzamos con la odisea del autostop, esta vez sí, se puede decir que empezaba la verdadera aventura del mochilero. De hecho, para ir de San Pedro de Atacama hasta Purmamarca (Argentina) estuvimos más de 7 horas esperando sin éxito en una carretera desértica donde pasaba un coche cada 15 minutos. 

Sin éxito, volvimos al pueblo e hicimos noche en un hostel. Este hostel nos recomendó hablar con camioneros que pasaban la frontera sobre las  4h de la mañana. Y así fue como Nuria y yo pasamos nuestros primeros centenares de km de desierto hasta llegar a la frontera argentina.


Después de San Pedro de Atacama, semanas después volveríamos a entrar en el país por Santiago de Chile, cruzando la frontera de los Andes. Nuria cambiaría el rumbo del viaje y ya se uniría con nosotros en Ushuaia para las Navidades. La frontera de los Andes la crucé con Dani, el sevillano. Lorenzo se fue antes para la isla de Pascua. Lo volveríamos a encontrar semanas después. A partir de aquí el grupo de los “Chachapoyas” nacido en Perú empezaría a sufrir sus primeros cambios. Gente que se uniría al grupo y gente que se separaría para volver a unirse más tarde. 



En Santiago se iba a unir con nosotros Montse, de Puebla – México. Con ella pasaríamos un mes increíble hasta llegar a Buenos Aires, un mes de infinitas horas de carretera, de autostop y de muy buenos momentos. Ella siempre desprendiendo buenas vibraciones. En los momentos complicados donde nadie nos levantaba en mitad de la nada, ella siempre sacaba una buena canción para animar. 

"This are a few of my favorite things."

Creo que gracias a ella fue posible llegar a tiempo a Ushuaia, para la Nochebuena. Cierto es, hay que decirlo también, que no es lo mismo que nos levanten a dos barbudos (Dani y yo) a que lo hagan habiendo una mujer. Digamos que la confianza del conductor es mayor cuando hay una mujer haciendo autostop. Fueron momentos geniales, en general, tuvimos muy buena suerte. 

Y volviendo a la llegada a Santiago de Chile, lo que podría destacar aquí, por encima de todo, fue el reencuentro con antiguos amigos, por encima de la belleza de la ciudad y su similitud con el estilo de otras ciudades europeas. Nos quedamos en casa de Flavio, paisano de Montijo. Fue todo un placer encontrarme con alguien del pueblo, con alguien que dijera “acho” y que me hablara de lo bien que se conserva la “Siña” Javiera y lo buena persona que es Dani, de la calle Guadiana.

Reencuentro tapatío...

Andreita y la Feña fueron reencuentros muy especiales en Santiago. Amigas tapatías de hace 7 años cuando vivíamos todos como en familia en tierras mexicanas. 


En Renaca nos recibiría Rosario, la otra “amorosa” tapatía que recién se casó y comenzaba vida nueva.

...Y más reencuentros tapatíos

En Valparaíso nos encontramos con Ana Karina y Mariana, dos antiguas compañeras de la casa Prosperidad en Guadalajara (México). Dos pedazos de artistas con quien tuve el gusto de compartir casa allá por 2008. Todo un placer encontrarme con tanta buena gente después de tantos años. Con ellas conocimos la ciudad bohemia de Valparaíso, sus costumbres, la magia de sus barrios, los colores de las calles, su arte, su música… 

VALPARAÍSO, Street Art

Valparaíso era una ciudad que hacía años quería conocer. Juan Carlos, un antiguo amigo chileno de Montpellier (mi año Erasmus 2005/06) era de esta ciudad y siempre me dijo que tenía que venir. Esta ciudad tan variopinta tiene que ser visitada por todo viajero al menos una vez en sus vidas.

El siguiente destino chileno iba a ser la ciudad de Temuco. Lugar de los mapuches, pueblo indígena que resistió a la invasión española. Nunca fueron conquistados y a día de hoy, siguen existiendo como uno de los pocos pueblos indígenas que mantienen sus costumbres ancestrales en Latinoamérica. En Temuco llegaría otro de los reencuentros obligados, mi gran amiga Valeria. Nos recibió en su casa como a uno más de la familia. A ella la conocí en París hace ya 7 años. Fuimos asistentes de conversación de español en diferentes institutos. 

Con Vale y la pequeña Isidora

Le prometí que algún día iría a visitarla y lo cumplí. Nos presentó a Marcelo y a la pequeña Isidora, bebé encantador de a penas 8 meses. Nos llevaron a conocer lugares mágicos como el lago de los Pilos o Pucón (desde donde se veía el volcán Villarrica). A la pequeña Isidora le tocó heredar mi guitalele. Después de 3 meses viajando con él quería que se quedara allí. Espero que algún día Isidora nos deleite con este extraño instrumento de seis cuerdas…

La Isla de Chiloé fue uno de los siguientes destinos chilenos. En esta isla podíamos encontrar los famosos palafitos, que eran casas construidas con soportes de madera de varios metros altura que les permitían cuidarse de cualquier crecida del mar o inundaciones. Otra de las curiosidades de esta isla eran sus iglesias, templos de madera del siglo XVIII consideradas Patrimonio de la Humanidad. 

ISLA DE CHILOÉ
Con respecto a la gastronomía, en Chiloé estuvimos obligados a probar el curanto al hoyo, resultó ser un manjar. Riquísimo. 

El curanto es un método tradicional milenario de cocinar alimentos usando pidras calientes enterradas en un hoyo. El ingrediente principal es el marisco. Va acompañado por carne, patatas, longanizas y algunas que otras legumbres.


Con las Torres del Paine íbamos a cerrar nuestro paso por tierras chilenas. Increíble lugar para despedirnos de este país, la guinda del pastel. El lugar es considerado como la 8ª maravilla y, según la revista National Geographic, quinto lugar más hermoso del mundo. Las imágenes hablan por sí solas.

TORRES DEL PAINE

También estarían en mi Top 5 de lugares visitados junto a Hierve el Agua (México), Machu Picchu (Perú), la Laguna Colorada del Parque Nacional Ed. Avaroa (Bolivia) y el Glaciar Perito Moreno (Argentina).