¡Y llegó el día! Por fin llegó el momento en el que pude llevar de excursión a Francia a un grupo de alumnos del instituto. Tras varios intentos fallidos durante mis años como docente en Madrid, este curso, mi tercer año en Canarias, lo logré. ¡Una experiencia inolvidable!
Siempre he creído que los viajes de inmersión lingüística son una herramienta esencial para despertar el interés del alumnado por el aprendizaje de un idioma extranjero. Les da sentido, lo conecta con la vida real y rompe la barrera del aula. En mi caso, como profesor de francés —una segunda lengua extranjera para la mayoría—, esta motivación es aún más necesaria en un mundo en el que el inglés parece llevarse toda la atención.
Foto grupal con nuestros alumnos y sus correspondientes franceses.
Este curso fui nombrado en el IES En Altavista de Lanzarote, donde tuve la suerte de coincidir con dos estupendas compañeras de departamento: Aurelia y Tania. Fue Tania quien propuso esta maravillosa idea de organizar un viaje al país vecino. No fue tarea fácil, pero finalmente lo conseguimos.
Los verdaderos protagonistas fueron los once alumnos y alumnas que nos acompañaron: Nadia, Abass, Ainhoa, Chedey, David, Lau, Neyen, Silvia, Uxía, Kloe y Amneris. Un grupo excepcional con el que compartimos grandes momentos y muchas risas.
El Programa de Acogida en Metz se desarrolló del 23 al 29 de marzo de 2025, con una planificación muy cuidada por parte de nuestros colegas franceses. Aquí un resumen de las actividades:
Todo comenzó en la noche del sábado 22 de marzo. Volamos de Lanzarote a Estrasburgo. Llegamos sobre las 23:45. Desde allí, tomamos dos vans (un híbrido entre minibus y furgo) que nos llevó hasta Metz, donde llegamos sobre las 2:00 de la madrugada. Allí esperaban las familias de acogida y nuestros colegas profesores. El domingo fue un día tranquilo de convivencia con las familias, una oportunidad ideal para que los alumnos pudieran adaptarse y establecer los primeros vínculos personales.
El lunes 24 empezamos con energía: a las 8:30 nos ofrecieron un desayuno de bienvenida en la cantina del instituto, seguido de una visita guiada por sus instalaciones. Al mediodía, los alumnos comieron en el comedor escolar o con comida traída de casa. Por la tarde, participamos en un divertido rally por la ciudad de Metz, que permitió al alumnado explorar los rincones más emblemáticos de la ciudad. Los profes también participamos. En la foto de abajo se nos ve a los profes en nuestro primer desafío del rally: prendre une photo devant la statue avec la meme position que le personnage et la poster sur le groupe WhatsApp.
El martes 25 fue un día completo de inmersión lingüística: cada alumno español asistió a clase junto a su correspondiente francés.
Catedral de Saint-Étienne, Metz |
El miércoles 26 tuvo un enfoque cultural: a las 9:45 nos encontramos en el Museo Pompidou - Metz, donde disfrutamos de una visita guiada entre las 10:00 y las 12:00. Por la tarde, los estudiantes tuvieron tiempo libre o continuaron con sus clases según el caso.
El jueves 27 se centró en el medioambiente: salimos temprano, a las 8:15, desde la Place du Roi Georges y tomamos el autobús L5 hacia St Roch (Magny). De 9:00 a 12:00 asistimos a una actividad en la Federación de Pescadores. Por la tarde, disfrutaron de tiempo libre con sus corresponsales. Y por la noche…la salida opcional a la pista de patinaje sobre hielo.
El viernes 28, último día completo, incluyó una mañana de clases en el instituto y, por la tarde, una sesión de intercambio cultural en la que los alumnos prepararon masa para crêpes, cantaron y jugaron. Una manera festiva y simbólica de cerrar la semana. Esa noche, la última, se pasó en familia.
El sábado 29, tras una semana intensa, nos despedimos de Metz.
Durante la semana, me alojé en las propias instalaciones del Lycée Georges de la Tour, nuestro instituto de referencia en Metz. Esto me facilitó mucho la organización de actividades y la posibilidad de observar clases desde dentro, una experiencia profesional muy enriquecedora.
Y luego está Metz, una ciudad que me sorprendió profundamente. No es solo bonita —es luminosa, tranquila y acogedora—, con ese aire que mezcla lo antiguo y lo moderno de forma armoniosa. Pero si hubo algo que me dejó realmente sin palabras fue su catedral.
La Catedral de Saint-Étienne de Metz no es solo una joya del gótico francés, es un espectáculo de luz y altura. Sencillamente, impone. Al entrar, uno se siente diminuto frente a sus altísimos muros cubiertos por algunos de los vitrales más grandes de Europa. El juego de luces coloreadas que se filtra por ellos transforma el interior de una manera increíble. Es como si el tiempo se detuviera. Me quedé allí, con la boca entreabierta, intentando absorber cada detalle. No esperaba encontrarme algo así en una ciudad que aún no conocía. Y precisamente eso, el asombro inesperado, es lo que hace mágicos los viajes.
Gracias a Mayte, mi profesora de Hª del arte del instituto, hoy soy capaz de apreciar la arquitectura no solo como algo estético, sino como un testimonio vivo del paso del tiempo, de la historia y de las ideas que han dado forma a nuestro mundo. Su influencia marcó en mí una huella que todavía perdura cada vez que visito una ciudad o contemplo una obra monumental.
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Con Isabelle, Tania & David. (imitando al busto del Général de Maud'Huy) |
Uno de los recuerdos más divertidos del viaje fue la salida a la pista de patinaje sobre hielo, a la que fuimos con David, Tania y la mayoría del grupo. Hacía mil años que no patinaba y no negaré que al principio me invadió cierta inseguridad. Después de varios intentos fallidos y alguna caída estrepitosa, logré mantenerme en pie… y hasta deslizarme con algo de dignidad. Fue una pequeña gran victoria personal, y uno de esos momentos que hacen que un viaje con alumnos se convierta también en un viaje para uno mismo.
Dedico esta entrada a mi compañera Tania, verdadera artífice de esta aventura. Gracias por confiar en mí y darme la oportunidad de vivir esta experiencia que, sin duda, marcará un antes y un después en mi trayectoria como docente.